Soy como el monigote de este cuento. Aunque pensándolo bien, no. No solo yo, todos nos parecemos a él. Día a día, construyéndonos. Buscando los colores que mejor nos definen y perfeccionando esas líneas que nos hacen sentir más a gusto. Y espero seguir haciéndolo. No voy mal. Con más de medio siglo a las espaldas, por las mañanas, aún despierto con esa inquietud que me obliga a seguir mejorando.